De la Comunidad

Mateo…
Sobre la violencia letal del machismo

Por Jennifer Londoño Jurado
Docente Universidad Autónoma de Manizales

El viernes 8 de marzo, a la 1:45 p.m., en el Cable (Manizales). La violencia letal del machismo cobró la vida de Mateo Franco. Mateo esperaba a su novia en la salida de la Luker, cuando un sujeto se les acercó y les pidió dinero. Ellos no accedieron a la solicitud; ante la negativa el sujeto le echó un “piropo” a la novia de Mateo. Mateo le reclamó y la respuesta del sujeto fue el lacónico pero cargado de contenido: “es que soy hombre”; en el acto desenvainó un cuchillo que atravesó de pecho a espalda a Mateo. Le arrebató la vida; su corta vida. La cuestión es que tanto Mateo como su agresor se sentían obligados a hacerlo por el hecho de ser varones.

A cincuenta pasos del lugar donde respiró por última vez Mateo, los colectivos de mujeres y feministas ejercíamos nuestro derecho de aparición público en la plazoleta de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional en el marco de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, bajo la consigna “juntémonos”. Lo anecdótico de esta trágica historia es que nuestro reclamo implícito “es que somos mujeres”. Cuando llegué al sitio de encuentro, nadie se había percatado de lo acontecido solo dos horas antes. Me enteré porque recibí una llamada de mi madre –justo cuando me encontraba en la plazoleta, atándome al cuello mi pañuelo violeta de “Ni una Menos”–. Mateo era el hijo de la actual pareja de mi madre. Hasta ese momento, no se tenían mayores detalles sobre lo ocurrido.

La cercanía de esta tragedia me hace re-flexionar en lo imperceptible y letal que puede llegar a ser la violencia machista, cuando se ejerce sobre los hombres: en este relato, el “inofensivo piropo” le costó la vida a Mateo: el ideal regulativo masculino le susurró al oído que “debía hacer respetar a su novia” y él, sin pensarlo dos veces, así lo hizo. Mateo, para su desgracia, no sabía que el ideal regulativo masculino también se había apoderado de su agresor; quien, por el poder performativo que le confiere el imperativo “es que soy hombre”, se creyó con el derecho de arrebatarle la vida, clavándole un puñal en el pecho.

La noche anterior dialogaba con tres amigas feministas en Clandestino para direccionar los ejes de nuestra intervención en el marco del “Carnaval de la Resistencia”, el mismo de la Plazoleta del Cable. Entre charla y cerveza surgieron algunos puntos de desencuentro. Nos ocupó largo rato uno ¿concebimos el feminismo con la presencia de hombres? Asunto que desencadenó una acalorada discusión por más de una hora. Mi argumento no se hizo esperar…

Las luchas feministas deben darse junto a los hombres que asumen un compromiso político con la causa feminista. Porque, en últimas, las mujeres y los hombres somos hijos del mismo sistema político, económico y cultural de tipo heteropatriarcal, machista y misógino que nos explota a ambos, por supuesto, en diferentes grados.

A las mujeres se nos aniquila, en la mayoría de los casos, por razones diferentes por las cuales asesinan a los varones; de ahí se puede afirmar que estamos doblemente expuestas a las múltiples formas de violencia. Así, por ejemplo, en condiciones de presunta normalidad estamos expuestas a la delincuencia común (homicidio, hurto, secuestros extorsivos, etc.). Estas conductas delictuales se exacerban en las precisas condiciones de existencia precarizada de nuestros tiempos. Además, somos el blanco de otro tipo de violencia específica que se ejerce sobre nuestros cuerpos; tanto en la esfera pública (p.ej. trata de personas, prostitución forzada, violaciones, lesiones personales, tentativas de feminicidio, desfiguraciones con ácido, acoso callejero etc.), como –y a mi parecer, más grave aún– en la esfera privada (maltrato físico, psicológico, abuso sexual, violencia letal, por parte de familiares, parejas o exparejas, conocidos). Esta segunda faceta de violencias: se encapsula en el bien conocido “por el hecho de ser mujeres”. Por ello mismo nos manifestaríamos en contra de esa violencia por el hecho de ser mujeres.

Señalé que el enemigo a combatir no son los hombres, por el hecho de ser hombres, sino la estructura jerárquica subyacente a la división sexual, ya que privilegia e impone mandatos a la condición de varón, en detrimento de la de mujer. Mateo al igual que muchos hombres –gústenos o no– también son víctimas de la violencia letal y machista que azota nuestra existencia. Mateo pagó el privilegio de ser varón con su propia vida… Mateo podía manifestar el reclamo emancipador con nosotras –con todas nosotras–, pero la violencia letal del machismo cegó su vida minutos antes de hacerlo.

Comunicado a la comunidad universitaria

Por Consejo de Facultad de Artes y Humanidades
Universidad de Caldas
11 de marzo de 2019

Hace unos días, el Observatorio de Género y Sexualidades GESEX y la profesora Liliana Hurtado, del Departamento de Artes Escénicas, realizaron dos actividades, entre muchas otras que de este tipo viene realizando la Universidad desde hace varios años, de profundas repercusiones éticas para la institución y la comunidad en general. El denominado “Tendedero del acoso” y la acción performática “La ropa sucia NO se lava en casa”evidenciaron que la realidad del acoso sexual no es ajena a nuestra institución. Decenas de miembros de la comunidad universitaria, mediante mensajes, reacciones y comentarios, relataron casos de presunto acoso sexual por miembros de nuestra institución.

Estos ejercicios que han nacido con una intencionalidad académica, debido al fenómeno que abordan, tienen una incidencia social plena, por lo cual es de alta importancia evaluar y rastrear la información derivada de su ejecución.

Enrutar las denuncias hacia los órganos de control y fiscalización internos y externos, es difícil, ya que el miedo es un común denominador en este tipo de situaciones, y los temores se agravan si las víctimas no cuentan con una red de protección institucional debidamente formalizada. Por lo cual, tal y como sucede en otras instituciones de educación superior del mundo, es necesario que desde la Universidad de Caldas se desarrollen actividades institucionales conjuntas respecto al fenómeno del acoso sexual, las cuales no deben agotarse en ejercicios académicos que sirven como fundamento para las estadísticas e insumo para la investigación, sino que deben concretarse en una política de prevención y control del acoso sexual, que brinden protección a la comunidad institucional.

En la Facultad de Artes y Humanidades: los colectivos de docentes, estudiantes y funcionarios estamos atentos y dispuestos a no seguir negando esta realidad, y participamos de todas las actividades y tareas que se definan en pro de que quienes hayan sido afectados y estén en una situación de acoso, sientan el respaldo, el acompañamiento y la solidaridad, para que se animen a hablar (los escuchamos), y a denunciar (los acompañamos) y así evitar que parezcan naturales este tipo de comportamientos, que a todas luces son deplorables y rechazados.

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