Notas de Diana Hoyos Valdés
La guerra, suele decirse, no tiene rostro de mujer. Es un asunto de hombres. Y así llegamos de nuevo a la idea del esencialismo. ¿Significa esto que hay algo en la naturaleza femenina que le impide participar de la guerra?
Sin embargo, si buscamos un poco en la historia de las guerras e indagamos por la participación femenina, encontramos nombres de mujeres guerreras altamente temidas como las siguientes.
- Zenobia, gobernante del imperio de Palmira (Siria), S. III, luchó contra los romanos, e invadió Egipto y Anatolia; (siglo III d. C.) Reina de Palmira (sí, la misma ciudad destruida por ISIS) fue un soberano orgullosamente antiromano. Su reinado en la época de máxima expansión fue desde Siria hasta las fronteras de Egipto. La reina quería expandirse por Asia Menor. En 270 buscó un acuerdo con el emperador romano Aureliano para consolidar los límites de sus territorios. Pero de todas las respuestas que recibió, fue una contraofensiva derrotándola en Emesa (272). Tras el asedio de Palmira, mientras intentaba escapar a Persia, fue detenida, pero Aureliano le salvó la vida: fue llevada a Roma y desfiló por la ciudad. Pasó los últimos años en Tivoli.
- Reina Boudica, británica contra los romanos en tiempos de Nerón; Budicca (33-60 d. C.) fue la reina de la tribu Iceni (Inglaterra oriental). En los años en que los romanos se dedicaron a conquistar Gran Bretaña (43-84 d. C.), lideró la revuelta más grande de las tribus de la isla contra ellos. Dione Cassio (siglo II) la describe como una mujer con “ojos feroces y voz áspera”. Pero de hecho, parece ser que fue muy alta y muy hermosa. De origen noble, a la edad de 7 años fue a vivir en otra familia donde aprendió las tradiciones celtas, y luego se casó con el rey de la poderosa tribu de los Iceni. Tras la muerte de su marido, los romanos ocuparon su reino, humillándola públicamente. En el año 60 d. C., dirigió una revuelta anti-romana que culminó en la batalla de la calle Watling. Le obligaron a rendirse y se quitó la vida.
- Juana de Arco, (1412-31), es una de las más conocidas mujeres guerreras vivió durante la Guerra de los Cien Años (1337-1453) cuando dos países recién creados, Francia e Inglaterra, se enfrentaron. De origen humilde, a la edad de 17 años se convenció de que había sido elegida por Dios para salvar a Francia, por lo que recorrió más de 2.000 kilómetros y llegó a la corte de Carlos VII para pedir poder cabalgar -sin ningún mandamiento- al frente del ejército que iba a rescatar Orléans, sitiado por el ejército de Enrique VI. Con el consentimiento, Juan de Arco y su ejército fueron capaces de liberar Orleans. Pero su carrera se desmoronó rápidamente: al año siguiente fue capturada en una emboscada y entregada a Juan de Luxemburgo, que la entregó como botín de guerra a los ingleses. En 1431, a la edad de 19 años, fue acusada de herejía y quemada viva. Hoy es considerada santa y patrona de Francia.
- Nakano Takeko (1847-1888) era una mujer guerrera perteneciente a la nobleza japonesa. Estas mujeres podían participar en las batallas, junto con los samurai, y fueron entrenadas en el uso de armas para proteger su hogar, familia y honor en tiempos de guerra. Nakano Takeko se hizo cargo de un cuerpo especial de mujeres guerreras, una especie de ejército femenino, y luchó usando el naginate (una espada japonesa con una larga espada curva). Murió en el campo durante la batalla de Aizu (1868) en medio de la guerra civil japonesa.
- Njinga Mbandi fue monarca del pueblo mbundu en el siglo XVII, y dirigió la lucha contra los colonizadores portugueses en el territorio que hoy es Angola. Considerada una de las mujeres africanas más célebres por su firme resistencia contra la esclavitud de su pueblo, las hazañas y leyendas que rodean la vida de la reina Njinga de Ndongo y Matamba son tan fascinantes como desconocidas para muchos, especialmente fuera del continente africano. Guerrera, estratega, inteligente, déspota, cruel… Su apasionante historia genera opiniones enfrentadas. Pero hay en algo en lo que los historiadores coinciden: en destacarla como una de las mujeres africanas más célebres por su ferviente lucha durante cuatro décadas contra la ocupación europea.
Y también encontramos nombres de grupos de mujeres (1. las amazonas, guerreras asiáticas (Turquía, Irán) que, al parecer, fueron el terror de los griegos. Homero habla de ellas. Reina Hipólita. 2. Mujeres Samurai (Japón), comandadas por una mujer, 30% del ejército que luchó por defender a los Samurai eran mujeres. 3. En Las Panteras Negras, originadas en Oakland (1960, 70): Elaine Brown, directora desde 1974 hasta 1977; Kathleen Cleaver, Angela Davis, activista política, feminista, ahora profesora en Yale).
Actualmente, en otras partes del globo, encontramos 4. a las mujeres kurdas y 5. el Gulaab Gang. Y en Colombia, sabemos que 6. el 40% de las FARC eran mujeres, si bien en el secretariado ellas no tenían un porcentaje tan amplio. Sin embargo, Liliana López, excomandante de las FARC, afirma:
“En la guerrilla, como en Colombia, hay machismo… Pero en la Octava Conferencia se estableció que la mujer en la guerrilla es libre y no puede ser discriminada. Tiene los mismos derechos y deberes que el hombre. Es decir, si una mujer quiere impedir que la discriminen, por ejemplo, dispone de los instrumentos para conseguirlo. Otra cosa es que ella, como mujer, se atreva a usarlos y que el hombre se lo permita. Es necesario que las mujeres sepan dar la pelea, y si la dan bien, la ganan.” (Patricia Lara, 2014: 116-117).
¿Puede esto llevarnos a concluir que tanto hombres como mujeres tienen una naturaleza propia para la guerra? Margaret Meade, Antropóloga y poeta estadounidense (1901-1978) se pregunta si la guerra es una necesidad biológica (debida a la naturaleza humana, que es agresiva, según el darwinismo), una inevitabilidad social (consecuencia del estado, de la lucha por recursos limitados, de la lucha de clases), o solo un mal invento (1940).
Basada en el estudio de pueblos como las Esquimales, los Lepchas of Skkim, en los Himalayas, algunos pueblos aborígenes de Australia, o los Balineses, que no conocen la guerra, o el Pueblo Indio, que la usan solo para defenderse, Meade afirma que:
“La guerra -por lo cual entiendo conflicto reconocido entre dos grupos como grupos, en el cual cada grupo pone una armada (incluso si es pequeña) en el campo para pelear y matar, si es posible, algunos de los miembros de la armada del otro grupo- es una invención como cualquier otra invención en términos de cómo ordenamos nuestras vidas, como la escritura, el matrimonio, cocinar nuestras comidas en lugar de comerlas crudas, juicio por un jurado, enterrar a los muertos, entre otras.
… lo que une el hecho de probar que uno es un hombre y probarlo por el éxito organizado en matar es la definición que muchas sociedades tienen de la masculinidad… la guerra es solo una invención conocida por la mayoría de las sociedades humanas que le permite a los hombres jóvenes acumular prestigio o vengar su honor o adquirir botines o esposas o esclavos o tierras o ganado o apaciguar el deseo de sangre de sus dioses o las almas sin descanso de los recién muertos. Solo es un invento, más viejo y más extendido que el sistema jurídico, pero un invento”. (Meade, 1940).
¿Hay esperanza?, se pregunta. Y afirma que los inventos viejos dejan de usarse solo cuando “un nuevo método es más congruente con las instituciones y los sentimientos del nuevo período… Una forma de comportamiento se vuelve obsoleta solo cuando algo más toma su lugar, y para inventar formas de comportamiento que hagan la guerra obsoleta un primer requisito es creer que otro invento es posible.”
Con esto quiero invitarles precisamente a eso, a pensar que otro invento es posible, y que si bien es importante reconocer que siempre habrá conflictos, porque somos humanos, imperfectos y diferentes, es posible agenciar esos conflictos que no sea mediante las armas. Podemos hacerlo, quizá, dialogando, bailando, haciendo música… Hagamos realidad otra forma posible.