Sobre la Ciudad de las Damas de Cristina de Pizán

Sobre la Ciudad de las Damas de Cristina de Pizán

El pasado miércoles 03 de abril de 2019, en el ciclo de conferencias Filosofía en la Ciudad, nos acompañó la profesora y directora del Departamento de Filosofía de la Universidad de Caldas Sandra Lince Salazar, quien también es una de las Hijas de Lilith. Su conferencia titulada Sobre La ciudad de las damas de Cristina de Pizán trataba sobre lo siguiente:

El acercamiento a La ciudad de las damas de Cristina de Pizán es una experiencia estética, que como cualquier otra genera una transformación, en la medida en que nuestra comprensión del mundo y de nosotros mismos se hacen otras, pues estas se amplía desde relatos y hazañas femeninas, que ocurridos en la ciencia, en el arte, en las letras y en lo político han contribuido en el acontecer y construcción de este mundo que buscamos comprender y conocer, dos tareas que se quedan incompletas sin trabajos como el de Pizán, en el que se nos desoculta un modo de construir y ser del mundo: el modo femenino . Y la experiencia se hace estética no solamente por la carga iconográfica que acompaña a La ciudad de las damas, sino porque la obra misma es de naturaleza poética, nace como respuesta a la obra antifeminista Libro de las lamentaciones de Mateolo, y se instala en medio de las producciones literarias medievales caracterizándose por un majestuoso estilo alegórico.

Cuando Cristina lee el libro de Mateolo, recuerda toda la obra que en contra de las mujeres han escrito filósofos, poetas, clérigos, etc. y se lamenta ante Dios por haber hecho a la mujer tan desvirtuada, y por haberla hecho a ella mujer.

En la ciudad de las damas, la expresión damas tiene dos connotaciones, por un lado Cristina va a proponer precisamente una ciudad en la que se reivindique el papel de la mujer, pero de otro lado nos presenta las virtudes que considera más importantes como las damas que apoyan la construcción bien cimentada de esta ciudad: Razón, Rectitud (Derechura), Justicia, y que aparecen ante ella para calmar la tristeza producto de su reconocimiento como mujer viciada, y para expulsar del mundo este error de desvirtuar a las mujeres.

Razón convertida en la primera dama de compañía de Cristina, la invita a no ser necia ni creer en necedades ajenas. Le hace ver que no puede creer a los filósofos, porque se la pasan desvirtuándose entre sí. Tampoco a los poetas, porque su lenguaje es metafórico. Así las tres damas le prometen a Cristina ayudarla en la construcción de una ciudad que sea habitada “por damas ilustres y mujeres dignas” (Ibíd.: 70), y que además nunca se destruya, que tenga buenos cimientos para que no se caiga como se cayeron Troya, Tebas y Amazonia (Ciudad de mujeres fuertes). Ante este ofrecimiento Cristina se lamenta por no saber geometría ni arquitectura, pero se encuentra con la sorpresa que su ciudad será levantada en el mundo de las letras, y debe ser así, porque ha sido justo allí donde la mujer ha ocupado los peores lugares, y es desde allí desde donde debe empezar su reivindicación.

Ya puestas en el mundo de las letras, deciden analizar cuáles han sido las razones por las que los hombres han escrito tantas infamias sobre las mujeres. Encontrando causas como generalización apresurada que atiende a las buenas intenciones: en tanto que hay algunas mujeres malvadas es necesario escribir sobre ellas para evitar que los hombres caigan en sus encantos. La dama Justicia rechaza este razonamiento por considerar injusto castigarlos a todos por las malas acciones de algunos, y plantea como contra ejemplo, que habría entonces que acabar con el fuego, porque algunos se han quemado, sin tener en cuenta todas sus bondades; y propone pensar en que muchos de estos escritores han tenido vidas desdichadas a causa de haber utilizado a las mujeres. Cristina en compañía de la dama Razón pasan por personajes como Virgilio, Aristóteles, Cicerón destacando allí con gran sorpresa, cómo es posible que hombres tan reconocidos y que gozan de tanto cariño y acogimiento entre los intelectuales hayan hecho afirmaciones como las de Checco d’Ascoli las mujeres padecen grandes defectos en sus funciones corporales, si una mujer engendra una hembra es por una flaqueza o debilidad de la naturaleza., o las palabras de Cicerón un hombre no debe ponerse nunca al servicio de una mujer, porque ponerse al servicio de alguien inferior a uno mismo es envilecerse. (V. Ibíd.:81) Razón insiste en que este tipo de afirmaciones sólo pueden ser creídas por hombres ingenuos, y desprovistos de raciocinio. Y para convencer a Cristina, utiliza un argumento que atiende al todo y la parte, defiende que la mujer no puede ser inferior al hombre, porque sencillamente ha sido creada por Dios y su material salió del hombre.

Justicia es la dama con mayor responsabilidad, pues las tres decidieron que sea ella quien acompañe a Cristina hasta el final. Y empieza por hacer entender a Cristina que las mujeres han abordado tareas en la política y en el derecho con tanto éxito como los hombres, tales son la emperatriz Nicaula: reina de Egipto. La Reina Fredegunda: reina viuda de Francia. Semiramis: guerrera con dominio para las armas. Artemisa de Caria: guerrera que siempre trato con respeto y amor a sus ejércitos. Berenice de Capadocia: perdió su miedo femenino por vengar el honor de su hijo. Zenobia reina de Palmira: guerrera, justa, dama de honor, pero de la que se destaca como mayor cualidad su inteligencia y capacidad para las letras, pues estudió filosofía con Longino y escribió un compendio de historia. “Dime, ahora, querida Cristina, si en todas tus lecturas te has encontrado un príncipe o caballero con tan perfectas cualidades” (ibíd.: 110), lo común ha sido encontrar hombres o que son buenos guerreros o son justos o son muy habilidosos para las letras, pero no hombres que conjuguen estas tres virtudes.

Entre las mujeres destacadas en la política, el mito Las Amazonas, es resaltado por Pizán con gran entusiasmo y le dedica muchas páginas, lo cual es afortunado, porque recompensa el ocultamiento que ha tenido en los cursos y exposiciones sobre la mitología griega. De las Amazonas sabemos que son unas valientes guerreras hijas de Ares (dios de la guerra) y Harmonía (ninfa, diosa de la armonía) que habitaban el Terma (mar negro). Para facilitar el uso del arco todas las mujeres tenían amputado su seno derecho, pero si eran de la nobleza el seno izquierdo para facilitarles llevar el escudo; de ahí proviene su nombre Ἀμαζόνες: sin un seno. Se organizaron en nobles y guerreras, y siempre tuvieron como gobernante a una reina, pues en su orden social no había lugar para los hombres. Para no extinguirse iban a territorios extranjeros para ser embarazadas, pero si al dar a luz nacía un niño, algunas versiones afirman que los castraban, les sacaban los ojos o les amputaban las extremidades, otros narran que los mataban, pero la versión de Cristina de Pizan es más noble, pues los hijos varones eran dejados al cuidado de sus padres, pero de las niñas si se encargaban sus madres.

Se trataba entonces de una sociedad en la que no había lugar para los hombres, en la que las mujeres realizaban todas las actividades incluso las de la guerra sin la presencia masculina, Aquí vale la pena preguntarse si este será un mito para repetir. ¿Sera que cuando las mujeres hoy nos paramos a librar batallas de reconocimiento de lo femenino estaremos siendo vistas como unas amazonas en potencia, que pretendemos desterrar a los hombres? Lo dejo para conversar.

Pero además de las mujeres de política, también hay una larga lista de las mujeres de artes, ciencias y letras que hacen parte de los cimientos sobre los que se funda La ciudad de las damas. Entre ellas La joven Cornificica: importante poetisa que para recibir educación escolar sus padres la disfrazaron de niño. Proba la Romana: poetisa gran conocedora de las letras griegas y compiladora de Virgilio y Homero. De Safo: poetisa y filósofa griegas. Mantoa: adivina y profetisa. De Madea y Circe: hacían sortilegios gracias a su dominio de las hierbas y la medicina (brujas). Minerva: gran inventora, además de crear una escritura simplificada para optimizar la transcripción de textos, y de descubrir modos de simplificar operaciones matemáticas, también inventó la tejedora y las prensas de aceite, entre otras herramientas de usos doméstico. Anastasia: pintora (ilustradora de las obras de Pizán) Nicostrata, Casandra, Antonia: profetisas. Y en palabras de Pizán “Otra mujer griega de gran cultura -y, por supuesto, podría hablarte de muchas más- fue la filósofa Leuntion”, que con claro y razonado discurso se atrevió a refutar los argumentos del filósofo Teofrasto, uno de los más ilustres de su tiempo” (Ibíd.:125).

Por último quiero señalar que Cristina de Pizán también destaca, entre otras, a las mujeres bondadosas capaces de la prudencia, de la lealtad y del amor. Nos deja una larga exposición de mujeres que amaron a sus padres, madres, a sus hijos y a sus maridos. Y de la fortuna que muchas de ellas, gracias a sus virtudes, propiciaron a su matrimonio, a su familia y a su pueblo. Por nombrar dos de ellas, Sulpicia: acompañó a su marido en la miseria, pudiendo ella disfrutar riquezas. Porcia: mujer prudente que se convierte en un ejemplo para desvirtuar las afirmaciones de Jean de Meun en su Roman de la Rose, Otra obra antifeminista, como la de Mateolo, referida por Pizán.

Así, desde un recorrido por la historia de las letras, la ciudad fue por y para las mujeres de todas las clases sociales:

De este modo y con esta bella ficción, Cristina de Pizán, en la reivindicación de la mujer y reconocimiento a su contribución en el acontecer y construcción del mundo, logra referenciar, desde la antigüedad griega hasta el medioevo tardío, más de cien mujeres destacadas en las narraciones de la literatura científica, histórica y poética.

Bibliografía:
Pizán, C. (2000). La ciudad de las damas, Madrid: Siruela.

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